Los jardines verticales no son una simple moda estética,
aunque es indudable su aportación al embellecimiento de las zonas donde se
ubican. Desde diferentes ámbitos, incluido el científico, se ha analizado y
comprobado que los jardines verticales y
sus beneficios son una realidad que supera en muchos casos las expectativas
creadas.
Y es que son muchos los ejemplos ya de asentados jardines verticales con beneficios
patentes en la calidad de vida dentro y fuera de los edificios en los que se
hallan. El primero en el que se piensa es en su capacidad como sistema
aislante, que reduce la necesidad de gastar energía en aumentar o reducir la
temperatura de las estancias. También está la insonorización que proporcionan,
muy valorada en edificios de las bulliciosas grandes ciudades (hasta diez decibelios).
Hay datos científicos que avalan las ventajas de los jardines verticales, beneficios como
que tan solo un metro cuadrado de estas formaciones retienen más de 100 gramos
de polvo, que ya no serán respirados por nuestros pulmones. O que un edificio
de cuatro pisos de altura con jardines
verticales da beneficios como filtrar nada menos que 40 toneladas de gases
nocivos anualmente y la nada despreciable cantidad de 15 kilos de metales
pesados.
Aunque parecen casi increíbles, estas cifras de los jardines verticales son beneficios
reales que se tienen que añadir a la evidente mejora que supone estéticamente
poder disfrutar de esas espectaculares creaciones vegetales que, anímicamente
estimulan y hacen que los viandantes y habitantes de esos espacios se
encuentren mejor.
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